Los subvalorados del béisbol cubano: Eduardo Cárdenas — Matanzas
Si de habilidad y destreza con sus manos se trata, es imposible obviar el nombre de Eduardo Cárdenas entre los principales antesalistas de los años noventa en la pelota cubana.
Antes de completar una ilustre carrera de 19 series nacionales como uno de los bateadores de contacto más virtuosos de su generación, posiblemente el invierno de 1987 haya sido el peor momento de Eduardo Cárdenas en el béisbol.
Poco antes del 21 de noviembre, cuando inició la 27 Serie Nacional, el “Pípuri” Cárdenas, como lo llamaban sus amigos y los fanáticos que comenzaban a encantarse con su juego explosivo, se había quedado fuera del equipo de Industriales. Luego de su debut con Metropolitanos en 1983-84, el talentoso infielder de apenas 1.72 de estatura y 66 kilogramos de peso, exhibió rápidamente sus habilidades.
A sus 17 años, Cárdenas poseía una potencia envidiable en el brazo, virtuoso alcance para defender en el campo alrededor de la segunda base y un swing de contacto progresivo. De hecho, promedió .300/.364/.333 en su primer año, con 31 carreras anotadas, 16 empujadas y 71 hits en 237 veces al bate. Y, luego, en la siempre difícil segunda campaña para un novato, superó su rendimiento hasta producir línea ofensiva de .303/.382/.324, con 14 dobles y 27 remolcadas, para aumentar su OPS de .697 a .706.
Demostrando dicha consistencia, tras promediar .297 en 172 juegos de sus primeras tres series con Metropolitanos, además de .692 OPS, 152 carreras producidas, y tomar 66 bases por bolas (más que sus 47 strikeouts), Cárdenas fue promovido a Industriales para la temporada de 1986-87. Tras ese intercambio, con el cual se esperaba un salto de nivel y la explosión total del joven de 20 años, el efecto fue muy diferente.
El “Pípuri”, ya acostumbrado a jugar como titular y en el infield, terminó recibiendo pocas oportunidades con apenas 83 apariciones en home y average de .233 durante 29 juegos, en una campaña donde lució mucho mejor en la postemporada (bateó .308/.471/.385, sin ponches en 17 PAs). Para entonces, bajo el mando de Pedro Chávez, el joven talento natural del municipio de Boyeros se desmotivó de alguna manera. “Abrí bateando poco, y eso era fatal con Industriales”, recuerda Eduardo Cárdenas sobre aquel momento, cuando se enfrentaba a su primer gran reto vistiendo el traje de los Azules de la Capital.
“Como todos saben, cuando juegas y no produces desde el inicio con Industriales, en aquella etapa se hacía difícil, y no recibí más oportunidades”. Al inicio de 1987, tras no cumplir las expectativas, aunque Cárdenas no recibió las oportunidades suficientes para ajustarse —situación razonable hasta cierto modo también por la presencia y el impacto creciente de Juan Padilla—, lo dejaron fuera de Industriales. Y así, después de tres años en pleno ascenso, el “Pípuri” Cárdenas fue enviado a la reserva de los Azules, donde no recibió ninguna oportunidad para la 27 Serie Nacional.
“Fue un momento difícil de mi carrera. Recuerdo que me pasé todo el año en la reserva que, cuando aquello, no era como ahora, pues no teníamos traje y tampoco podíamos estar en el dugout si no nos subían”. Por esa razón, el invierno de 1987 le trajo días frustrantes al Eduardo Cárdenas, pero los superó y supo darle un giro total a su carrera en el béisbol.
Tras no aparecer vestido de azul en el dugout de Industriales para el día inaugural de la 27 Serie Nacional, cuando vencieron 8-1 a Vegueros en un duelo ganado por el estelar zurdo José Modesto Darcourt contra Domingo Ordaz, Cárdenas comenzó a reflexionar sobre su futuro.
“No podría decirte que estaba realmente molesto, pero quería jugar béisbol. Sentía el deseo de ser titular y ya en Ciudad Habana era difícil, por eso pensé en irme a jugar para otra provincia”, rememora Cárdenas, sobre una de las decisiones que revitalizó su carrera de 19 años. Lo ideal para su desarrollo fue que, ante la presencia de figuras ya establecidas en Industriales como Lázaro Vargas en la tercera base y Juan Padilla en segunda, quienes jugaron casi dos décadas, buscar oportunidades en otra provincia fue una visión razonable.
“En un inicio, el equipo Habana me parecía la mejor opción, sobre todo por la cercanía, pero mis familiares de Matanzas me embullaron para que jugara allá. Para entonces, Leonardo Goire, el estelar antesalista de Henequeneros se había retirado, y pensé que era una buena oportunidad”.
Ciertamente, sin obviar los duros días lejos del diamante, Cárdenas tomó la decisión de trasladarse a vivir a Matanzas y unirse a los Henequeneros. Pero, como sucedía antes cuando los peloteros querían jugar con otra provincia y no eran liberados, el “Pípuri” debió pasar una temporada más sin jugar. Por eso estuvo fuera de la acción en la 28 Serie Nacional, situación que le provocó perderse dos años.
Sin embargo, como dice el propio Cárdenas, “valió la pena”, cuando el 4 de noviembre 1989, reapareció en Series Nacionales, en el éxito 14-1 de los Henequeneros dirigidos por Gerardo Sile Junco sobre Citricultores —el primero de una barrida con marcadores restantes de 13-0 y 9-3—. Con aún más fuerzas y deseos de recuperar el tiempo perdido, aquel día inaugural de la 29 Serie Nacional, a sus 23 años, el “Pípuri” comenzó lo que se convirtió en un gran regreso. Ese año, registró una de las mejores temporadas de su carrera, pero sobre todo, lo marcó de forma inolvidable.
“Cuando llegué a Matanzas, Sile Junco me ofreció toda la confianza que esperaba. Desde el inicio me aseguró que jugaría en mi posición, algo muy importante para mí, y entonces tomé el ritmo esperado una vez más”.
Durante la temporada regular de 1989-90’, Cárdenas bateó .348/.446/.376, demostrando a base de constancia que aún podía crecer como jugador. Fue el segundo bate en una de las alineaciones más poderosas de la época y, 76 días después de su debut, pudo pasar a la historia entre los Henequeneros campeones contra Santiago de Cuba en 1990. “Fueron momentos inolvidables. Gané en mis dos primeros años con Henequeneros, y luego perdimos la discusión del título contra Industriales”.
Así fue como comenzó la gloriosa carrera de Cárdenas a pura perseverancia en Matanzas, donde su número “46” se hizo tradicional vistiendo el traje de los Henequeneros y luego de los Cocodrilos durante 15 temporadas; 3 y 12, respectivamente. Ganó en 1990 y también fue pieza clave para alzar la corona de los Henequeneros al año siguiente, logrando el bicampeonato con la victoria ante Camagüey en 1991.
Después de aquellos 201 partidos donde promedió .291/.359/.323 con equipos de la capital, Cárdenas reescribió su historia con letras mayúsculas, convirtiéndose en uno de los bateadores de contacto y antesalistas defensivos más admirables de la época. De hecho, su impacto fue tan grande, que reinó en hits (815) entre los antesalistas de la década de los noventa, y dejó récord de .993 (apenas un error en tiro tras 145 lances) durante 1992. A base de velocidad, excelente sistema de bateo y disciplina en el plato, avalada por la exquisita habilidad de su swing para el contacto, Cárdenas consiguió brillar en una era de espectaculares antesalistas como Omar Linares, Gabriel Pierre, Lázaro Vargas o Miguel Caldés, por citar algunos nombres.
Con un juego explosivo e inteligente, pues era capaz de hacer maravillas a la ofensiva, ya fuera con un toque de pelota perfecto o la destreza de enviar la bola hacia su banda opuesta (el leftfield), el “Pípuri” logró ser venerado por los fanáticos en la Atenas de Cuba. Fue, a pesar de no contar con un físico que impresionara, un pelotero hábil y capaz de explotar su potencial. Y si tuviera que expresar cuál fue la virtud más admirable de Cárdenas, resumiría todo, incluso su magia para conseguir éxito, con las siglas “BIP!”.
Sí, “ball in play”, ¡poner la bola en juego!
¿Por qué? Simplemente, porque ese fue su secreto, siempre que intentó resolver cada uno de sus 7,533 visitas por el home en 19 Series Nacionales. A decir verdad, podríamos resumir todo así, con recordar que Eduardo Cárdenas bateó 2,077 hits y pisó el home 1,029 veces, pero eso sería un argumento demasiado superficial cuando vemos los registros finales en su carrera. Si no aprecias realmente esta línea ofensiva de .317/.391/.379, hay algunos premios de consistencia en el tiempo que podrían perderse: ¿Sabías qué sucedió cuando Cárdenas golpeó su hit 2000 y anotó la carrera 1000, ambos récords a los 36 años en la 43 Serie Nacional?
Primeramente, cuando agitó un pitcheo del zurdo Adiel Palma para soltar una línea de hit al left el domingo 21 de diciembre de 2003, pasaba a ser apenas el 14to. bateador con 2,000 hits en Series Nacionales. Y, casi un mes después, el 20 de enero de 2004, al anotar por un doble de Roberto Álvarez en el estadio Calixto García, calificaba como el 20mo. pelotero que pisaba 1,000 veces el home.
Ahora, sólo recibe y analiza esta información: En 59 Series Nacionales, al menos 3,983 bateadores han realizado una aparición en la caja de bateo. Y, entre esos miles, Eduardo Cárdenas Alcalá calificó como el número 14 con 2,000 hits y 20 en alcanzar las 1,000 carreras anotadas. ¡Esos fueron registros honorables!
A decir verdad, cuando miramos este tipo de marcas se dice fácil, ¿pero has pensado cuántas claves deben unirse para lograrlo? Ante todo, la salud y el estado físico son dos de los complementos invariables en la fórmula para extender carreras por casi dos décadas en el béisbol o cualquier otro deporte. Y, obviamente, al mismo ritmo de ser duraderos, la combinación estabilidad y talento van de la mano. En ese sentido, Cárdenas fue un ejemplo de equilibrio total. Más que de su velocidad, el “Pípuri” siempre dependió de su habilidad de contacto, como lo ilustran sus resultados tras 1,697 juegos: Durante 17 de sus 19 temporadas, bateó más hits que sus partidos jugados, y en 13 sobrepasó la marca de .300 de promedio.
Su más alto average fue de .399 en 1996, cuando quedó sexto de los bateadores, cayéndose de los .400s contra el diestro de Metropolitanos, Juan Pablo Echevarría. Bateó cinco veces más de 100 hits, por 11 temporadas garantizó al menos 10 dobles y en 17 de 19 un OBP superior a los .340. Entre los 24 bateadores que actualmente suman al menos 2,000 hits en Series Nacionales, Cárdenas es el tercero con menos ponches (433) y el cuarto antesalista que tiene acumulados más bases por bolas sobre strikeouts (339).
Impresionante legado, ¿verdad? Sin dudas, pero he aquí sin titubear cuál sobresale como mi registro favorito de Cárdenas: Durante 19 series, en una sola ocasión cerró recibiendo más ponches que bases por bolas. La única temporada fue en la 37 Serie Nacional (1997-1998), cuando se ponchó 25 veces y obtuvo 22 boletos.
Después de recordar algunos capítulos memorables en la espectacular carrera de Cárdenas en Matanzas, me pregunto: ¿Qué habría pasado si el “Pípuri” no hubiese perdido aquellas dos temporadas, la 27 y 28 Series Nacionales? ¿Cuántos giros positivos o negativos habrían dado su carrera? Eso nunca lo sabremos, porque lo que está escrito en la historia fue el resurgir de Eduardo Cárdenas y la exhibición sin medida de su talento natural. ¡Enhorabuena, fue sabia la decisión que le permitió desarrollarse en otro equipo ganador!
Tal vez no se ha valorado lo suficiente el gran legado de Eduardo Cárdenas, pero su perseverancia y amor a la camiseta durante 15 años con equipos de Matanzas serán eternamente inolvidables.
….una cima escabrosa conlleva sacrificios y esfuerzos extraordinarios, el momento oportuno mostró lo que valía….