Esta es la historia de un jugador fantástico que cautivó nuestros corazones mucho antes de partir al estrellato… a la inmortalidad.
Él tenía una de las sonrisas más contagiosas del béisbol, y sabía utilizarla con su inigualable carisma sobre la colina. Era poseedor de una bola rápida intratable —que podía rozar las 100 mph—, y una slider zigzagueante como alma letal, capaz de ridiculizar los swings más letales de las Grandes Ligas. Cuando ambas se combinaban a la mezcla junto al cambio de velocidad implacable y una curveball devastadora, el resultado era pura sensación. Sí, ese tipo de actuaciones épicas para el recuerdo que sólo los ases pueden protagonizar en cada reto: tenía control total de la situación.
Este chico fue increíblemente generoso con su fanaticada, regalándole un récord de 29-2 lanzando en casa, que lo convirtió en el ícono de una ciudad apagada hacía una década, sin esperanzas de volver a celebrar un título de Serie Mundial (2003). Cruzó nueve veces el mar para luchar por su sueño de llegar al mejor béisbol del universo. Sentía tanto amor como respeto por el juego, y combinaba cada uno de esos sentimientos mostrando su energía inagotable sobre el montículo. Luego de debutar en las Mayores en 2013, se convirtió en una de las estrellas más brillantes del juego durante los 1,268 días que nos regaló.
¿Quién era ese incesante competidor, que no dejaba de estimular a sus compañeros y honrar al béisbol con cada sonrisa dentro o fuera del dugout? Sí, ¿quién otro?: Fue el cubano José Delfín Fernández, el as del número “16” que hizo historia vistiendo el traje de los Marlins de Miami. Cuando veía lanzar a Fernández, había un sentimiento instantáneo emergiendo en mi mente tras cada wind up. Siempre me lo repetía: “Fernández logra lo que todo lanzador espera, burlase de los bateadores”.
Llevaba, en otras palabras, a feliz término la naturaleza ofensiva del lanzador, quien realmente es el que ataca al bateador. Fernández preocupaba a sus rivales, asechándolos con su exquisito repertorio. Entraba en sus mentes, y bebía de sus ansiedades madero en mano. Sus pitcheos eran aún más efectivos por esa razón que nos hace seguir a los grandes lanzadores en el béisbol: pocas veces era predecible.
Por supuesto, no tenemos una estadística para cuantificar cuándo un lanzador es “predecible”. En cambio, a día de hoy, existen diversas evaluaciones y métricas que, en esencia, nos muestran la capacidad de un lanzador cuando logra ser menos predecible. Con esas proyecciones esculpiendo a la superestrella que fue, Fernández no demoró en brillar desde su entrada en el Big Show.
Su debut fue en Citi Field, el domingo 7 de abril de 2013, enfrentando a los Mets. Aquella tarde retiró el primer inning en fila. El tercer out de la entrada fue David Wright, a quien dominó con una curveball venenosa en el octavo pitcheo de su apertura. Cuando Giancarlo Stanton capturó el elevado en el rightfield, Fernández dio un salto de festejo al cruzar la línea de cal en Citi Field, un momento para el recuerdo que marcó su entrada a las Mayores.*
Al final, en esa primera de sus 76 aperturas en MLB, Fernández lanzó cinco innings y permitió solo una limpia contra los Mets de New York, quienes terminaron venciendo por 4-3 con dos carreras en el final del noveno.
El primer strikeouts de los 589 que consiguió Fernández en 471 ⅓ innings, fue dejando a Lucas Duda literalmente en “duda”, lanzándole una curveball escurridiza de apenas 80 mph en el borde exterior (bajo) de la zona de strike. Al conseguir ese primer ponche, después de que el cátcher Rob Brantly enviara la pelota hacia el dugout de Miami para atesorar el recuerdo, hubo un rasgo especial en la expresión corporal de Fernández. Era un detalle, una virtud, podría decirse, de las que lo marcó a través de su corta carrera: La seguridad.
Fernández poseía un enfoque pleno, e incluso cuando atravesaba por situaciones difíciles, nunca lo vencieron las distracciones. Algo que no dejaba de impresionar era su nivel de intensidad, concentración, esculpiendo una admirable coraza de serenidad sobre la lomita. Y, junto a ello, su humildad no se quedaba atrás, expresada especialmente con ese disfrute que sentía como competidor en el principal escenario del béisbol.
Si lo viste lanzar, ahora debes estar recordando cada una de esas virtudes que atesoraba Fernández, y lo hicieron absolutamente especial pero, sobre todo, auténtico y diferente. Un guerrero de la vida y el béisbol. A veces lo hermoso de historias así, es ver la manera en que un competidor a la altura de José Fernández entró en el más alto nivel y fue capaz de mantenerse. Nada lo detuvo dentro del campo, incluso después de una lesión que lo llevó a ser sometido a la cirugía Tommy John en su segunda temporada. Trabajó duro cada día y regresó 14 meses después, recuperando parte de su dominio con una efectividad de 2.92 y 79 strikeouts en 64 ⅔ innings durante la temporada de 2015.
A menudo, los números se quedan distantes para mostrarnos la grandeza de un jugador en los deportes, y el caso de José Fernández es uno de ellos. Quiero decir: podemos traer múltiples estadísticas que exaltarán su magistral carrera como lanzador, pero no es necesario. Y ya sabes la razón: Fernández se encargó de tocar nuestros corazones con su genialidad y talento, hazaña que no todos los lanzadores pueden protagonizar a lo largo de su carrera.
Este lunes, siete años después de su trágica muerte en un accidente de bote, Fernández sigue estando en los corazones de incontables amantes del béisbol. Su desaparición física solo marcó el triste inicio de su partida a la eternidad. No sé si te sucede, pero también soy de los que aún se pregunta hasta dónde hubiera podido llegar Fernández en el futuro.
Creo que esa interrogante aún consuela a quienes seremos por siempre sus fieles seguidores, recordando el legado que nos dejó para siempre.
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Wow! Yirsandy, this story on José Delfín Fernández is surely one of the best you have written. Oh, the pain of losing someone of such promise before he even reached what probably would have been the prime of his career! You've captured the sadness and frustration that must still be very real to many baseball fans, especially all of you in Cuba. So, who is the next José Delfín Fernández coming up in the Rainbow Nation?