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….no sabía que había influido en algo en tus atinados argumentos, cargados de sabiduría y maestría pedagógica, muchos versados en y del Béisbol, llámense docentes catedráticos altamente categorizados, o simples y no menos estimados instructores empíricos, aún labrando en terrenos sin condiciones, deberían leer y estudiar tu pluma ✍️, tu musa estudiada es infinita y autorizada, no me equivoqué cuando me auxiliaba de ti para redactar mis análisis y desarrollo de los múltiples cortes de las preparaciones, hasta pienso en aquel entonces que estaba aprendiendo a aprender de la sabermetria, siempre me preguntaba qué y cómo hacer para interpretar mejor el Béisbol, cuántas interrogantes no hacemos antes de actuar, creemos que con repetir volúmenes de tareas o movimientos físico-técnicos ya resolvemos los conflictos competitivos, nada Yirsandy, a usted lo considero “un ingeniero de saberes para con el desempeño en el béisbol”…..

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Cuánto me alegró leer este comentario, simplemente por el hecho del afecto y la amistad que me gané de usted. Cuando llegué al béisbol de La Habana a los 14 años, allá por 2003-2004, usted siempre fue una figura influyente y RESPETABLE.

Las primeras veces que intenté acercarme, pensé que sería complicado, ya que veía las sesiones de BP de los Metropolitanos, los ‘Mettings’, aquellos infields en el Latino a las 5 de la tarde, y siempre estabas centrado en la disciplina y el cumplimiento del trabajo. Por supuesto, como les sucedió a algunos atletas antes de conocerlo más a fondo, decían: “Oye, deja el relajo, que ahí viene el profesor Ramos”, y cosas así. Y, sabes, cuando se decía tu nombre, era como invocar el respeto, la humildad, la seriedad, el verdadero modelo de un entrenador, pedagogo, un ser humano colmado de sentimientos y valores admirables.

Tampoco se me olvida que siempre me preguntabas: “Dime ‘pipo, cómo está el trabajo”, cuando te sentabas tradicionalmente en tu banquito de madera, consultando datos, proponiendo soluciones objetivas.

Tu rutina era ineludible: te detallabas los movimientos de los rivales delante de la batera del equipo, con tus gafas negras, tu uniforme impecable, silbato y cronómetro en mano. Cuando iba a tomar la alineación de los equipos en mis años de Anotador Oficial y Auxiliar de Anotación, eras la persona que más te preocupabas. ¡Y sabes que había managers que tenía que ir a buscarlos a las gradas o al parqueo!

Nunca olvidaré aquellos tiempos, porque fueron mis mejores años de aprendizaje, de superación, de compartir con grandes personas — más que grandes jugadores. Y ahora, más de una década después, aún sigue siendo un amigo que me impulsa. Por eso siempre estaré agradecido, desde los días en que compartíamos los análisis de las temporadas, o aquellos instantes donde demostrabas tu compañerismo. Recuerdo que, incluso, te preocupabas si en ese momento me tocaba hospedarme en el Hotel.

Era tu primera pregunta, y no dudabas en compartir hasta tu merienda conmigo, sobre todo porque sabías que en aquellos era imposible almorzar antes del partido al mediodía, si nos tocaba salir de la casa más temprano.

Estabas en todos los detalles en función de que el buen funcionamiento de los entrenamientos llegara a feliz término. Los equipos ganaban, jugadores que ayudaste mejoraban sus rendimientos y se recuperaban de lesiones. Lo mismo te veníamos al frente de la preparación, que anotando un partido para tener todo el control, que en el gimnasio, chequeando el trabajo individual, o como coach de primera base.

Fuiste, eres y serás recordado por uno de esos hombres de béisbol, que nunca obtienen el crédito merecido a viva voz lejos de los diamantes, pero definitivamente, se ganan el honor y el respetable prestigio de los “grandes” entrenadores de nuestro pasatiempo favorito.

Gracias por ser tan especial, hermano.

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